Todas las familias tenemos rutinas. Para comer. Para acostarnos. Para salir de paseo los domingos. En nuestras vacaciones. Para coger el coche. También tenemos rutinas en las relaciones: para manifestar afecto, para saludar… y para las discusiones. Siempre discutimos igual. La misma agenda secreta, las mismas reconciliaciones.
Es una forma de predecir el futuro, de no tener que decidir en cada momento. Ya esta decidido. Es algo automático que economiza tiempo. Mientras hacemos algo rutinario, podemos dedicar nuestra atención a otra cosa. Claro que también es una traba. A veces nos envuelve y nos inmoviliza. Otras veces nos impide ver nuevas soluciones. O damos por hecho que es el único camino.
Diversos estudios nos indican que la mejor forma de ayudar a una familia a mejorar su bienestar emocional, o la capacidad de comunicación de su hijo, o su autonomía, o lo que nos hayamos propuesto, es actuar sobre estas rutinas. Un consejo, una conversación, un informe escrito, no van a impactar en la familia tanto como el ayudar a mejorar algún elemento de esas rutinas, incorporando en su día a día un cambio. La familia es la que decide, la que se hace un propósito. En esta circunstancia, las probabilidades de éxito se multiplican.
La Entrevista Basada en Rutinas pretende conocer esto. Cómo lo hacemos. Y cómo lo hace nuestro hijo. Y qué podemos mejorar. Y cómo podemos ayudarle a participar en estas rutinas con voz y con voto. Que diga lo que necesita. Que elija. Que desee. Que comparta. En la medida que pueda y quiera.
Y la misión del profesional es acompañar a la familia en este autoconocimiento y en esta mejora. Y para eso debe contar con un Plan. No se puede improvisar. Hay que decir qué se va hacer y cuando. Es el Plan Individual de Apoyo Familiar. Redactado, acordado por todos. Incidiendo en lo que la familia percibe como más urgente o importante.
Toda familia, además, tiene unas alianzas, unos contactos y unas influencias. Son los amigos los abuelos, los familiares que a veces son una ayuda y otras una amenaza. Conocerlos y saber cómo apoyarnos en ellos o como evitarlos es algo muy útil. El Ecomapa recoge estas relaciones, les pone nombre, intensidad y signo (positivo o negativo). Nos recuerda con quién (y con quién no) podemos contar para un apuro, o de forma cotidiana. Y nos evidencia lo acompañados que nos sentimos. O no.
Estas son las herramientas que estamos aprendiendo a utilizar. Y son potentes. Sorprendentemente fuertes. Nos gustan.
Curra Cañete y Pedro Lozano